Uno de mis personajes favoritos es Rocky Balboa interpretado por el gran Sylvester Stallone. Rocky, un boxeador que como todo ser humano cometía errores, por eso, no siempre ganaba; sin embargo, él se levantaba las veces que fueran necesarias para volver a intentarlo. Sabía que su verdadero contrincante en el ring no estaba enfrente, sino, dentro de él. La fuerza de este campeón no se medía por el tamaño de sus músculos, sino por la nobleza de su espíritu para perdonarse a sí mismo por sus continuas caídas tanto dentro, como fuera del cuadrilátero. Sin importar sus fracasos, trabajaba por mejorar y volvía a intentarlo una y otra vez, de ahí que su verdadera fortaleza surgía desde “adentro.” Ahora bien, ¿Cómo se puede medir la fuerza interna? Al igual que las cosas realmente importantes, ésta no se puede cuantificar, pero sí se puede valorar en hechos concretos. Es de personas fuertes, por ejemplo, saber perdonar; por eso cuando dices… “he perdonado,” … ¿estas palabras salen únicamente de tu boca o también salen de tu corazón? No pretendas engañarte, porque tarde o temprano la verdad buscará el camino correcto hacia la superficie.
¿Por qué nos es tan difícil perdonar? Sencillamente, porque no podemos dar lo que no tenemos. Todo lo bueno que somos capaces de dar, es porque primero lo hemos interiorizado con nosotros mismos. Pensemos en esto; si aún hay sucesos que recuerdas con dolor, es debido a que aún no te has tomado el trabajo de perdonarte. Para hacerlo, requieres de gran coraje emocional, ya que mirar de frente a aquello que tanta pena te causa es de valientes, y no de cobardes. Jugar a la “amnesia” y hacerte el de la vista gorda no engaña a nadie, sólo anestesia tu dolor por un corto periodo de tiempo. A la larga, el efecto termina y nuestro dolor aparece nuevamente, esta vez con mayor intensidad. Además, recuerda que aquel que no reconoce sus faltas está condenado a hacer de su vida un círculo vicioso. Así que no maquilles tus errores, ellos están ahí, para que los expongas, los enfrentes, los perdones, y los corrijas. Si deseas moldear un corazón amoroso, es necesario dejar fluir en el torrente sanguíneo el componente del perdón.
Cuando desarrollas la habilidad de la auto comprensión tu relación intrapersonal hace que tu inteligencia social sea más aguda para fomentar relaciones interpersonales exitosas. Ten presente que no se trata de evadir responsabilidades, al contrario, se trata de aceptarlas para que así reduzcas la repetitiva acción del mismo error. En caso que sea muy triste darles la cara a tus equivocaciones, llora mientras lo haces. Toma tu tiempo y desahógate con tus lágrimas…es tu tiempo para sanar, no hay afán. Es mejor que el dolor inunde tu rostro brevemente y no tu alma por siempre. Cuando te sientas más en calma; eleva tu mirada al cielo, toma una respiración profunda y, a continuación, escribe las lecciones que aprendiste acerca de “tu caída”. Luego, escribe de qué manera esta experiencia puede potenciar tu vida emocional y espiritualmente. Finalmente, termina con un sonoro ¡Gracias!
“El mejor consejo que puedes dar es el que has sabido aplicar en ti mismo,” es una frase que me motiva a decirte que si tienes el temple de llevar a cabo mi anterior consejo…éste te enseñará que no eres un perdedor, sino más bien, un campeón capaz de pararse de la lona una vez más, con el fin de dar la pelea en el próximo round. Si tus heridas son profundas, es el momento de limpiarlas bajo la lluvia del auto perdón. Revitaliza tu predisposición genética para amar a través de un corazón comprensivo y fortalece la cicatrización mental de tus heridas por medio de la paz interior.
ÁNGELA LÓPEZ, Autora.