LIBERTAD CON «L» DE LEYENDA

Por Ángela López

Después de meses de ausencia en mi blog, por fin estoy aquí.  Durante todo este tiempo he estado batallando por recuperar mi salud, teniendo suficiente tiempo para reflexionar sobre algo llamado Libertad. ¡Cuán libre era antes, y cuán presa me siento ahora! Aunque soy una mujer callada e introvertida, lo cierto es que soy muy dinámica con mis tareas; tales como el ejercicio físico, la escritura, la edición y el dibujo.  Sin embargo, debido a la contradicción de mente-cuerpo, me fue imposible hacer todo lo que siempre me ha apasionado hacer. Mi mente decía que esta enfermedad no representaría algo difícil de superar, pero mi cuerpo me enviaba otro mensaje: “sientes mucho dolor”. Entonces, viendo que mi pensamiento positivo no era suficiente para que mi cuerpo recuperara sus fuerzas, tuve una conversación conmigo misma. Acepté el hecho de que estaba enferma, luego me pregunté: ¿podré recuperarme?

En aquellos días pasó por mi cabeza el libro Vida sin condiciones de Deepak Chopra.  Allí, este gran maestro menciona que en vez de juzgar la enfermedad, debería observarla. Y bueno, pues esto siempre lo he tratado de aplicar para las emociones “negativas”, pero ya era momento de intentarlo con esta dolencia física que estaba afectando de manera directa mi estado emocional. Observar sin caer en la desesperación ha sido la lección más difícil de comprender. No obstante, tal como dicen, las cosas más difíciles son las que realmente valen la pena.

Nuestra tan preciada Libertad ha hecho que grandes ejércitos se enfrenten, que las naciones peleen por su independencia, que las revoluciones empiecen una lucha sin tregua, que los individuos reclamen su derecho a ser ellos mismos en igualdad de condiciones.  En esa búsqueda por ser libres, nos hemos esclavizado más que nunca. Esclavos de la tecnología, de las apariencias, de las opiniones, de nuestra mente, y de un fenómeno extraño que he notado…esclavos por demostrar cuán inteligentes somos ante desconocidos virtuales.

Cuando el último humano de las Tierras Antiguas conquistó la imponente montaña Zaratustra, el dios del Viento le obsequió un hermoso pañuelo con la palabra “ego” bordada en letras negras.  Antes de descender, el dios le advirtió: “Tienes la libertad para hacer que tus acciones cambien la leyenda del pañuelo”. Entonces el hombre quien quería ser el amo del mundo, prefirió guardar aquel insignificante trapo dentro de un viejo cofre, mientras él saciaba su sed de poder.  Los años fueron pasando y con ellos, las fuerzas para seguir conquistando lo inimaginable.  Un día, ya en su lecho de muerte, y dueño de las Nuevas Tierras, el moribundo anciano decidió abrir su viejo baúl, pues pensó que sus poderosas acciones habían cambiado la inscripción en el pañuelo. Enorme fue su sorpresa cuando en su interior la palabra “ego” resplandecía cual tesoro de pirata.

Amada Libertad, aunque millones de personas han dado su vida por alcanzarte, lo cierto es que aún sigues escurriéndote como agua entre las manos. Es cierto que somos libres para elegir darle rienda suelta al más feroz de los egos, arrasando con la belleza del altruismo. No obstante, también somos libres para darle rienda suelta al más noble de los espíritus, arrasando con la peste del egoísmo. Libremente podrías prestar tu pañuelo para secar las lágrimas de la humanidad, o simplemente, podrías guardarlo para que el llanto siga cayendo como eterno diluvio. Recuerda, tienes el libre albedrío en tus manos, entonces, ten presente las innumerables variantes, y no te esclavices por las elecciones de la mayoría.  

Sin importar lo que decidas hacer, permíteme darte un consejo a pesar de que no lo pediste: “no esperes a que las horas se conviertan en segundos y los segundos en polvo”.   

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