Por Ángela López
La habilidad del canto, sin duda alguna, es una de las que más he admirado. Escuchar a Luciano Pavarotti, Freddie Mercury o Pedro Infante, es como tocar un pedacito de cielo en los momentos más tormentosos. Sin ser propiamente una Whitney Houston, debo confesar que mis desafines suenan gloriosos en la ducha. Afortunadamente, existen otros talentos y diferentes inteligencias (Howard Gardner – Inteligencias Múltiples). Así que, empecé a investigar cómo podría mejorar tanto la inteligencia “espacial-visual” como la “lingüístico-verbal”. No obstante, a pesar de mis avances, la comparación explotó como volcán en erupción. Repetidamente, confrontaba mi trabajo con el de otros. Por lo general, me parecía que el de ellos me superaba por mucho, y que mis esfuerzos eran en balde, ya que nunca produciría algo con características de excelencia. De cierta manera, estaba mostrando atisbos de un sentimiento bastante limitador y desagradable: la envidia.
Cabe señalar que, la envidia o ese sentimiento de tristeza porque otros tienen o logran los resultados que nosotros quisiéramos, es tan solo un reflejo de la avaricia. ¿Por qué creo esto? Analicemos, somos únicos, lo cual significa que poseemos atributos exclusivos, pero nos toma mucho tiempo darnos cuenta de ello, y cuando lo hacemos, no lo valoramos, lo subestimamos. Entonces, fijamos nuestra vista en los demás. Nos encanta caer en el infernal círculo de la frustración, y para llegar allí, tomamos una ruta directa, a saber, la comparación. Pensamientos como: “ella puede mostrar su lindo escote, yo debo ocultar mi cicatriz usando esta aburrida blusa”, “él tiene un carro último modelo, yo aún sigo con este Ford del 2012”, “la poesía se escurre en cada palabra que él escribe, yo solo logro juntar palabras que se pelean entre sí”, etc. Nos encanta “el YO NO esto, el YO NO aquello”. Ahora bien, ese famoso “Yoísmo” no trae nada bueno, al fin y al cabo, nace gracias al egoísmo.

¿A qué le temías en tu niñez? En mi caso, recuerdo que antes de dormir siempre revisaba debajo de mi cama en busca del terrorífico “Alien” cinematográfico de Ridley Scott, y cuando escuchaba ruidos en la noche solía cubrirme con la cobija… ¡como si ésta me fuera a proteger de un xenomorfo cuya sangre era ácido! Pero, pensándolo bien, no hay tanta ciencia ficción a nuestro alrededor después de todo. Desde pequeños somos acechados por una gran variedad de espeluznantes monstruos, la diferencia es que éstos no se esconden en nuestra habitación, sino en nuestra mente. Estar envidiando las posesiones materiales, la apariencia física, el éxito y los talentos intelectuales y/o artísticos de otras personas, es como tener a ese “alien” dentro de nuestro cuerpo devorándonos el corazón y corroyéndonos la mente.
Actualmente, escribo sin preocuparme si alguien le da un mejor uso a la semántica que yo, dibujo sin comparar mis imperfectos trazos con las limpias ilustraciones de alguien más. Sé que debo optimizar mi trabajo, de hecho, intento hacerlo con cada escrito, con cada esbozo. A fin de lograrlo, tomo mis creaciones como un reto personal, es decir, examino los errores de mi ayer para corregirlos en mi presente. De ahí que, mi exhortación es a que abandones el hábito de mirar lo que no tienes en los demás, enfócate en tus pros para acercarte a la excelencia y observa tus contras para modificarlos en el proceso. Recuerda, cuando pasas tanto tiempo anhelando lo que son o lo que tienen los demás, pierdes la grandiosa experiencia del autoconocimiento… ¡No te desgastes ambicionando la vida de alguien más, cuando ya tienes una propia! Aprovecha esa única oportunidad de encontrar tu esencia para refinarla diariamente. Que el resplandor del Sol no te incomode, no tienes que dejar de ser la Luna por envidiar al día. Decídete a cortar los hilos de esa relación toxica, donde la envidia te manipula cual marioneta para distraerte del mejoramiento continuo. Finalmente, al ver lo fabuloso que eres, comprenderás el brillo de los demás.
Definitivamente el buscar en el patio de otro cuando el otro mira el tuyo es una gran paradoja. He aprendido que el camino sólo te da lecciones para apreder, a la buena o a la cañona. Las aprendes por que las aprendes. Me encantó tu escrito por que he caminado esa vereda y me doy cuenta que con cada momento que pasa es mejor que el anterior. No prentendo ser un sabio, escritor o poeta, pero me esfuerzo cada día por buscar el Yó que soy, sin compararme con nadie más. La verdad todos somo puramente únicos y nos debemos mirarnos para entender que somos especiales porque somos una sóla creación ni semejante a los demás. Un abrazote amiga.
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Hola José,
Efectivamente, toda una paradoja. Hay mucho que aprender de nosotros mismos, pero invertimos demasiado tiempo observando el patio ajeno, como dices. Esa singularidad debe valorarse, no menospreciarse. ¡Me alegra conocer a un escritor tan único como tú!
Un abrazote para ti también querido amigo.
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Excelente!
Para mi la envidia es producto de la ignorancia, del desconocimiento de que existen unos PRINCIPIOS para mejorar. Algunos los llaman principios del “éxito”, aunque prefiero evitar este término, ya que el “éxito” es algo muy personal.
La envidia es el “virus 🦠 social” más perjuicial y mortífero., por que la muerte que produce no es solo física, sino emocional.
Este lado oscuro de nuestra naturaleza humana nos atrapa por momentos y nos impide “ver” las cosas por las que deberíamos estar agradecidos.
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¡Comparto totalmente tu concepto sobre la envidia, maestro!
Agradezco enormemente que nos compartas a todos nosotros lo que has aprendido a través de tu conocimiento y experiencia de vida. 👏🏻
¡Bendiciones hoy y siempre!
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