Por Ángela López
¡Sé tú mismo!…es una de las exhortaciones más poderosas hoy en día, aunque para muchos, ésta se ha convertido en un cliché más. Curiosamente, a pesar de hacerse un llamado a la originalidad, la verdad es que, cuando algo se sale de los parámetros convencionales, las personas se asustan. Por eso, algunos de nosotros preferimos fingir o disimular nuestra verdadera forma de ser, con el fin de no sentirnos rechazados, ridiculizados o incluso, maltratados emocional y/o físicamente. Actualmente, la mentira es como un escudo protector contra los dardos de la antipatía y del escarnio público, porque si te muestras tal como eres, habrá un montón de aves de rapiña dispuestos a devorar tu autoestima. Paradójicamente, admiramos a grandes figuras del séptimo arte, cuando en realidad cada uno de nosotros ha interpretado infinidad de roles para evitar perder amigos, conseguir ambiciosos empleos o mantener idílicos amores. La hipocresía se ha convertido en cuestión de supervivencia, ya ni siquiera es una opción.
Un famoso enemigo de Batman es conocido como Dos Caras, pero… ¿Cuántas tenemos nosotros? Hemos aprendido cómo desarrollar varias identidades sin ser declarados desequilibrados mentales. Por ejemplo, algunos(as) deben lucir lo suficientemente inteligentes para ser aceptados en ciertos círculos sociales, pero también, han aprendido a no brillar demasiado para que los demás no se sientan intimidados. Otros(as), condenan el racismo y la xenofobia públicamente para no levantar sospechas sobre sus más oscuros prejuicios. Indudablemente, la mentira y la falsedad son la máscara y el disfraz que le dan la vida eterna al más escalofriante Halloween. Lo que ven la mayoría de las personas sobre nosotros, es lo que queremos que ellos vean, no lo que somos en realidad. Y tal vez, pensemos que somos muy hábiles para engañar, pero lo cierto es que, la almohada siempre nos recuerda cuán empantanada tenemos el alma.
¡Cuánto nos cuesta ser nosotros(as) mismos(as)! Al parecer, no es suficiente contaminar los mares y la Tierra, también tenemos el hábito de llenar de basura nuestra mente. Nos saturamos de pensamientos perniciosos, creencias absurdas, neuroasociaciones incorrectas que, al final solo infestan nuestra cabeza de cucarachas. Cínicamente, le pedimos a los niños no hacer trampa en sus pruebas, ¡ah!.. Pero como adultos, buscamos desesperadamente graduarnos con honores en la escuela de las artimañas. Juzgar durante el día ciertos comportamientos morales de los demás, para luego hacer secretamente lo mismo durante la noche, es a lo yo llamo buscar coartadas para alejarse del lente acusador de la sociedad, o para reducirlo en una palabra, hipocresía. Indudablemente, cuánto más enjuiciamos lo que hacen o dejan de hacer las personas, más dejamos en claro quiénes somos.
Con ello no quiero decir que no se tenga el derecho a tener una vida privada, al contrario, es necesario tener nuestro propio espacio como seres independientes. A lo que me refiero es que la hipocresía y ese juego de estar mostrando lo que no somos, nos destruye a nosotros mismos y a los demás tarde o temprano. En vez de sentirnos agotados todo el tiempo por estar cambiando de rostro y de vestuario, deberíamos dejar que la falsedad se desvanezca a través de una profunda limpieza interna. Debemos abandonar ese hábito de acumular compulsivamente odio hacia nosotros mismos y hacia el mundo. Disfrazarse no sería necesario si tuviésemos un corazón rebosante de amor y respeto. Por eso, es urgente tomar la escoba, no para volar cual noche de brujas, sino para sacar todo aquello que ensucia la mente. ¡Basta ya de ese perpetuo dulce o truco!
Llave De Emociones 
Ángie me fascina lo que vengo leyendo esto es parte de tu vida y de muchos otros que nos sentimos en cierta forma identificados con estás palabras que expresas.
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Hola Dragius. Me alegra mucho saber que mis escritos te gustan. 😊✌🏻
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